Thursday, January 29, 2015

Tomar Un descanso de la Fe

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"...si yo no tengo facilidad de palabra?" —Éxodo 6:12, 30 NVI

Tendremos a volver a encontrarnos con nuestras dudas, a revivir nuestras inseguridades, y a regurgitar nuestra falta de fe. Cuando Dios lo llamó, Moisés insistió en que él no era el hombre que Dios buscaba (ver Éxodo 4).

Moisés aún era atormentado por sus inseguridades y su falta de fe mucho después de llegar de nuevo a Egipto para cumplir la misión encomendada por Dios. Las dudas tienden a reaparecer cuando las cosas no funcionan del modo que pensamos que han sido programadas.

Tal vez Moisés esperaba que el Faraón saltara de un lado a otro con un alegre: ¡Grandioso! Llévatelos, son todos tuyos. Eso me dejará con dos millones de dolores de cabeza menos". ¿Esperaba Moisés que los hijos de Israel lo recibieran a él, y a su plan, con los brazos abiertos? Eso no sucedió. El faraón se negó a considerar la propuesta de Moisés, y de inmediato aumentó la carga de trabajo de los esclavos. Los hijos de Israel también se quejaron, las promesas de liberación de Moisés se convirtieron en mayores privaciones para ellos.

Las dudas reaparecieron, y Moisés regresó a "...como yo no tengo facilidad de palabra...".

Dios no necesariamente repara lo que está "roto" como un pre-reuisito para cumplir Su voluntad. Ni debemos asumir que entendemos todos los pasos en ese proceso.

Dios no hizo a Moisés un orador elocuente. Él no necesitaba un orador elocuente, tan sólo un mensajero obediente. Creer en el mensaje era mucho más importante que ser impresionado por el mensajero.

Moisés asumió que el proceso sería fácil, y cuando no lo fue él tuvo la certeza de que era por su culpa. Quizás todavía estaba tratando de salirse de eas misión, o tal vez sinceramente creía que su incapacidad ataba a Dios. Su fe se fue de vacaciones.

Pero, eso no detuvo a Dios de usar a Moisés, o de cumplir Su plan. Cuando fallamos, Dios permanece fiel. Cuando dudamos, Dios aún cree en nosotros. Cuando nos queremos salir, Dios cierra la puerta y nos dice que nos quedamos quietos y observamos Su obra.


Thursday, January 22, 2015

Confía en el Guía

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"Si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur, no alcanzo a percibirlo. Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro" —Job 23:8-10 NVI.

Los ciegos implicitamente tienen que confiar en sus perros guías. Job estaba ciego. Él no podía ver a Dios. No tenía ni idea de dónde estaba Dios en todos esos terribles eventos de su vida. Pero, a pesar de los altos y bajos espirituales resgistrados en el libro de Job, él nunca dudó de que Dios estuviera ahí en algún lugar. Se merece una calificación de 19 sobre 20.

El contexto indica que las palabras de Job aquí eran dichas en cierto modo desafiantes. Pero, cualquiera que fuese su humor, las palabras siguen siendo verdaderas. Aún en los momentos más oscuros de nuestras vidas, cuando no podemos encontrar a Dios no importa cuánto busquemos, debemos creer que Él está presente con nosotros aunque no lo podamos encontrar.

Job también reconoció, al fin, que todo lo que le había sucedido había sido una prueba. Lo que fuera que pensara sobre los métodos y el silencio de Dios, Job sabía que todo lo que le había sucedido venía del Señor.

Cuando Job dijo: "si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro", él decía la verdad hasta cierto punto. No todo el que es probado, permanece fiel a Dios. El oro olímpico se lo llevan aquellos que perseveran hasta el final.

Debemos confiar en el Guía y hacer lo que Él dice, aunque no lo veamos. Proverbios dice: "Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal" (Proverbios 3:5-7 NVI).

Un ciego desarrolla una gran habilidad para oír. En los tiempos en los que no podemos ver a Dios, cuando no sabemos dónde está, o lo que está haciendo, debemos practicar nuestra fe, seguirlo a Él implicitamente y escuchar más atentamente Su voz mientras nos habla a través de Su palabra. Entonces la medalla de oro olímplica estará garantizada.


Thursday, January 15, 2015

Los Últimos Peregrinos

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"Ya tengo ciento treinta años —respondió Jacob—, Mis años de andar peregrinando de un lado a otro han sido pocos y difíciles, pero no se comparan con los años de peregrinaje de mis antepasados" —Génesis 47:9, NVI.

La peregrinación es un viaje a tierras extranjeras. Sin embargo, la palabra también puede significar: "el paso de una vida por la tierra". El faraón le preguntó a Jacob por su edad (Génesis 47:8) y Jacob usó esa palabra, "peregrinando", en vez de decir simplemente: "tengo ciento treinta años de edad".

Desde el tiempo de su abuelo, Abraham, la familia de Jacob había vivido en tiendas, como nómadas; ocupando, pero nunca poseyendo, la tierra que Dios había prometido. Ellos siempre vivieron con una sensación de "transitoriedad".

Jacob estaba llegando al final de su vida. Él comprendió que la vida era un peregrinaje, un viaje que llegaría a un final, un final temporal.

La iglesia ha perdido ese sentimiento de "vivir en tiendas", de transitoriedad. Hemos plantado firmemente nuestras raíces en el aquí y ahora, y pensado poco en el más allá. Todo lo que se refiere a nosotros tiene una apariencia de permanencia, nuestras iglesias, nuestros hogares, nuestros trabajos, nuestros placeres, y nuestros planes.

Colosenses 3:1-4 nos dice: "Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba... Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios... Cristo, que es la vida de ustedes..."

"Vivir en tiendas", o vivir la vida aquí con la eternidad en mente, no es algo hecho en la marea menguante de nuestras vidas. Cuanto más tardemos en asumir esta actitud, más nos apegaremos al mundo a nuestro alrededor. Desde el momento en que recibimos a Cristo, este mundo ya no es nuestro hogar, y comenzamos nuestro peregrinaje hacia la eterniad. No es fácil "aferrarse ligeramente" a esta vida, pero cuanto más pongamos nuestras mentes y nuestros conazones en Cristo; en cosas celeestiales, menos valor le darmos a lo temporal y a lo pasajero.


Thursday, January 8, 2015

Historia Repetida

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"...ella es mi hermana" —Génesis 26:7 NVI

Parecemos condenados a repetir los errores del pasado. Tal vez Abraham nunca había compartido con su hijo Isaac, los errores que él había cometido mientras estuvo en Egipto (Génesis 12:10-20) o el hecho de que volvió a repetir más tarde la misma ofensa en diferentes circunstancias (Génesis 20:1-17). La historia sucedió así: Abraham temía que alguien lo asesinara para apoderarse de su hermosa esposa. Para protegerse, dijo a todos que Sara era su hermana. No era exactamente una mentira; ella era su media hermana (Génesis 20:12). Pero tampoco era la verdad. La fe de Abraham era débil ante la posibilidad de un peligro imaginario.

Estando o no en conocimiento de que su padre había cometido este pecado, Isaac cometió el mismo error que su padre. Una hambruna obligó a Isaac a llevar a su familia a Gerar, y cuando le preguntaron sobre Rebeca, él dijo que era su hermana, temiendo que algún hombre envidioso lo matara por ella (Génesis 26:7). Sara era la media hermana de Abraham, pero Rebeca no tenía ninguna relación cercana con Isaac. La media verdad de Abraham se convirtió en la completa mentira de Isaac. La historia se repitió, haciéndose peor en el proceso.

Ningún padre puede aceptar responsibilidad por cada acción de sus hijos, en particular si son hijos adultos. Sin embargo, en cada padre recae la responsibilidad de ser honesto con sus hijos sobre los errores que él ha cometido. Esa sinceridad sirve de ejemplo y de advertencia.

Quizá Isaac hubiera repetido el error aunque Abraham hubiese compartido con él las lecciones que había aprendido de sus experiencias. Por otra parte, tal vez Isaac no hubiese aprendido la lección, y hubiera cometido el mismo error de todos modos. Las decisiones del hijo, y las consequencias que estas provocaron, debieron ser asumidas por él, pero el silencio de parte del padre lo hizo cómplice del crimen de su hijo.

Una historia no tiene por qué repetirse, si la escuchamos y aprendemos de ella.