Thursday, April 30, 2015

Poder Muscular

"A ti, fortaleza mía, vuelvo los ojos, pues tú, oh Dios, eres mi protector, yo le cantaré a tu poder...y por la mañana alabaré tu amor; porque tú eres mi protector, mi refugio en momentos de angustia. A ti, fortaleza mía, te cantaré salmos, pues tú, oh Dios, eres mi protector. Tú eres el Dios que me ama!" —Salmo 59:9, 16, 17 NVI

Con el tiempo, el cuerpo comienza a desgastarse. Para mí, lo primero fueron las articulaciones. Las rodillas comenzaron literalmente a crujir al desaparecer el cartilago. Nunca le presté mucha atención a mis pulgares hasta que el comienzo de la artritis provocó que me empezaron a fallar. Abrir frascos es un problema, escribir en el mejor de los casos es una tarea difícil; en el peor, imposible. Usar la computadora puede ser doloroso, cerrar botones o subir cremalleras es un reto; son cosas sencillas, pero cosas sencillas que causan hinchazón y dolor.

Como seres humanos, somos un paquete de fuerzas y debilidades. Y con frecuencia, cuando los retos de la vida nos confrontan, descubrimos que aún nuestras fuerzas no son tan fuertes despúes de todo. Es entonces cuando las palabras del salmista cobran tanto significado.

Él se refiere a Dios como "mi fuerza": la fuerza que tenemos, y la fuerza de ir más allá de lo que somos y tenemos.

Él mira hacia Dios, su Fuerza cuando su propia fuerza física falla y no puede seguir adelante, no puede hacer más nada.

Él mira hacia Dios, su Fuerza cuando todo lo que puede ir mal, va mal.

Él mira hacia Dios, su Fuerza cuando está desanimado, triste o herido.

Él mira hacia Dios, su Fuerza en peligro o enfermedad.

Él canta en alabanza a Dios porque cuando busca Su Fuerza, lo encuentra a Él: una fortaleza para protección y una fuente de amor.

Dios es la Fuerza de mis rodillas, mis manos, mi corazón, mi mente, mi alma. Cuando todo lo demás falla, y aún cuando no, Él provee lo que necesito, más arriba y más allá de lo que necesito.


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