Memorial stones at the edge of the Jordan. (Google Images) |
Israel enfrentaba un enorme desafío. La tierra prometida era suya, de acuerdo con la promesa, pero ahora ellos debían tomar posesión de esa tierra quitándosela a sus habitantes.
Dios comenzó renovando Su promesa a su pueblo. Comenzó por calmar sus temores ya que ninguno de nosotros escucha muy bien cuando estamos con la boca seca por el temor.
Como portavoz de Dios, Moisés le recordó a Israel cómo Dios había rescatado de Egipto a sus padres y abuelos. Muy pocos de los presentes tenían más que un débil recuerdo de esos tiempos. Esta nueva generación debía escuchar nuevamente las historias. Dos puntos sobresalían en el mensaje de Moisés: Dios iba DELANTE de ellos, y Dios iba a LUCHAR. Ellos iban a "limpiar" después de que Dios ganara la batalla.
Dios, el Guerrero, no solamente ganaría la batalla para ellos, sino que Dios, el Pastor, los llevaría tal como había llevado a sus padres antes que ellos. Un general puede ser desapasionado; un padre no. Dios le recordó a Israel que Su pacto con ellos no era tan solo un trato de negocios—era un asunto de corazón.