Thursday, October 10, 2013

Comencemos a Reconstruir

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"Por eso les dije: —Ustedes son testigos de nuestra desgracia. Jerusalén está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego. ¡Vamos, anímense! ¡Reconstuyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros! Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y les relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron: —¡Manos a la obra! Y unieron la acción a la palabra" —Nehemías 2:17, 18a.

Después de que le huracán Karina rugió a través de Nueva Orleans, destruyendo tanto de esa vieja gran cuidad. muchas personas regresaron a reconstruir. Estaban decididos a no ser vencidos por el clima. Otros simplemente se quedaron donde había sido transplantados, o movidos a sitios más seguros.

La vida es como Nueva Orleans. Con frecuencia somos maltratados por tormentas; a veces hasta el punto de que mucho de lo que somos es destruido por su furia. Entonces tenemos que tomar una decisión: regresar y recontruir, o simplemente seguir adelante y dejar atrás la devastación.

Para Nehemías, la reconstrucción era la única opción. Cuando se dio cuenta de que Jerusalén estaba en ruinas, no pudo simplemente ignorar el problema. Dios había puesto esa carga en su corazón, hacer la diferencia en Jerusalén. Tenía que hacer algo, pero Nehemías no era uno de esos que se lanzaba a hacer algo sin antes dar un paso atrás y pedir a Dios Su bendición. Como él tomó tiempo para esperar al Señor, los corazones del rey y la reina fueron preparados divinamente. Le dieron permiso para ir, y le suministraron lo que necesitaba para el viaje y para la reconstrucción.

Cuando llegó a Jerusalén, no se lanzó de inmediato a la reconstrucción. Primero inspeccionó el proyecto y oró. Cuando presentó el reto al pueblo de la cuidad, lo recobieron con ánimo y entusiasmo. El Señor le dio el éxito y el pueblo comenzó a reconstruir con entusiasmo.

En medio de cualquiera que sea la devastación presente en nuestras vidas, podemos "convertirnos en un Nehemías". Podemos detenernos, orar, y después proceder como Dios nos dirija, sabiendo que, cualquiera que sea el proyecto sobre el cual Él haya puesto Su sello de aprobabcón, será realizado con éxito y bendición.



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