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Elías entró corriendo al escenario de la historia: el profeta del gran espectáculo, el gran gesto, el evento al final de todos los eventos. Todo lo que le sucede a Elías es GRANDE. Él dice que no lloverá; no llueve. Él necesita comida; Dios manda cuervos con carne en sus picos. Una mujer hambrienta recibe milagrosamente harina para alimentarse ella y su profeta. El hijo de ella está enfermo: Elías lo levanta de la muerte. Elías confronta un rey y una reina malvados y cuatrocientos profetas paganos y sale de allí sin ser atacado.
Pero entonces, Elías queda sin "combustible" espiritual, físico y emocional. Después de todo, él es solamente un ser humano. Débil, desanimado, huye de su responsibilidad y de sus enemigos.
Está acostumbrado a las GRANDES respuestas de Dios. En el desierto, él descubre que el Dios de las grandes cosas es el amo de las cosas pequeñas.
Cuando es mejor una pequeña respuesta, Dios no manda una grande. Él susurra cuando un toque de trompeta no es necesario. Elías había conocido el Dios con la gran voz y la mano poderosa. En su momento de desesperación, conoció al Dios con la pequeña, pero igualmente poderosa voz.
Suavemente Dios pregunta: "¿Qué estás haciendo aquí?". En nuestros momentos de duda y temor y de abrumadora debilidad, Dios nos hace la misma pregunta. Tal vez no conozcamos la respuesta, pero lo importante es reconocer que Dios está ahí con nosotoros, y que todo está bien.
(Diseño Divino para la Vida Diaria)
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